miércoles, 26 de noviembre de 2014

Noviembre 26. Otro día en la Habana.

La mañana fue algo movida, por suerte no tenía que estar muy temprano en la ciudad. No tenía que ir a grabar en el estudio(lamentablemente, ya que los artistas ganan por lo que hagan. Menos mal que tengo otras habilidades que me permiten sobrevivir).

Como siempre me levanté a las seis en punto de la mañana, tomé la merienda para cargar las pilas y salí a correr. El cielo estaba despejado, no había comenzado a llover a pesar de que la noche anterior fue pronosticado mal tiempo. Lo gracioso fue que en cuando regresé a la casa, a los 15 minutos exactos el cielo se había puesto color gris para dar inicio a una buena chubascada matutina.

No fue muy largo el aguacero, pero de todos modos cargué con mi capa que si llueve mucho se moja más por dentro que por fuera, y me encaminé a la terminal de ómnibus para trasladarme a la habana.

En el camino hice una breve visita al centro de rehabilitación integral y consulté con una amiga terapeuta sobre una ligera molestia en mis piernas. Ella me aclaró que no me alertara mucho por eso, ya que ese dolor era significado de que la masa muscular esta haciendo su trabajo. Sin embargo me indicó que no podía dejar de hacer los ejercicios, y que siempre antes de salir a correr calentara mucho en los tobillos y las rodillas, ya que esto evitaría cualquier tipo de lesión.

Le agradecí el consejo y me despedí, pero antes le di mis datos para que me escribiera porque ella pronto saldría a cumplir misión internacionalista.

En la terminal de ómnibus todo estaba como siempre, mucha gente, mucho humo de cigarro, muchos vendedores ambulantes con los mismos productos, y mucha, mucha bulla de los autos.

La fila para el p16 estaba en su punto, creo que delante de mi habían unas cuarenta personas, sin contar las otras dos rutas que andaban por la misma cantidad.

Habían pasado 15 minutos, afortunadamente el ómnibus que tocaba era uno de los que tienen muchos asientos y ventanas grandes, pero me vi obligado a declinar para evitar problemas con el chofer y el conductor que parecían dos locomotoras de vapor exhalando humo hasta por los oídos.

Con todo ese espectáculo había quedado de primero en la fila, por suerte, 15 minutos más tarde estaba dentro de otro ómnibus igual de espacioso, y el chofer no fumaba.

Al llegar a la ciudad lo primero que hice fue pasar por la biblioteca. Por gusto porque no estaba prestando servicios producto a una movilización por la actividad del bastión (defensa nacional). Por lo pronto pude aprovechar un rato conectado a la red wifi(sin Internet) y copiar algunas bibliografías complementarias que necesité para el sábado estudiar con calma en casa.

Más tarde, quizá medio día almorcé en uno de los comedores del ICRT (arroz, chicharo y huevo en salsa con bolitas de picadillo). Al terminar saqué el tiket de almuerzo para el día siguiente y me di una vuelta por los estudios de grabación para la radio, a ver si aparecía algo de trabajo – en caso de algún actor fallar al llamado me podría tocar trabajo – , pero no había nada.

Eran ya las 2 de la tarde, el clima estaba pésimo, deprimente. No llovía pero tampoco salía el sol, pensé irme a mi casa, pero tenía un compromiso de trabajo con una actriz que además es muy amiga mía para revisarle su ordenador que le estaba presentando algunos problemas con el video. Entonces decidí esperar sentado en el interior del lobby del Hotel Habana Libre.

A las tres comuniqué con ella y acordamos vernos en 10 minutos, como ya me había aburrido de estar tanto tiempo en el lobby del hotel y de jugar con la wifi, me trasladé hasta los bajos de Cine Yara. Curiosamente nunca me había sentado en los bajos de ese lugar, tanto me habían comentado que quizá por pena o porque no encontraba sentido alguno hacer estancia en ese sitio.

Pero no pasó nada, salí del hotel y muy fino yo me senté en la esquina de 23 y L, a admirar toda belleza femenina y masculina que pasaba por las cuatro esquinas del lugar más céntrico de la capital . Puaff, tremenda bobería, pensé yo al verme sentado en ese lugar mirando gente caminar de un lado para otro. No es nada del otro mundo, es una esquina más, con la diferencia de que está en un lugar céntrico donde transita mucha gente.

Ya me estaba aburriendo de la esquina y de algunas miradas indiscretas que algún que otro joven me hacía. Pero yo no me daba ni por enterado, además de lo que me gusta a mi no frecuenta estos lugares, pensé para mi interior.

Finalmente llegó mi amiga y partimos en una máquina hasta su casa, le reparé el ordenador y fui recompensado con una buena suma de dinero, que falta me hacía porque estaba casi al pedir el agua por señas. Pero bueno, Dios aprieta pero no mata, como dicen por ahí algunas personas, y yo de víctima de esas convenciones sociales de tonto las repito, porque no hacen daño a nadie, eso creo.

El regreso a mi casa fue de lo mejor, cómodo sentado y con aire acondicionado, aparte del exterior porque estaba haciendo un poco de frío.

Lo primero que hice al pisar suelo santiaguero fue comprar el pan del día siguiente, una cerveza no para mi, yo no bebo alcohol solo vino tinto y sidra en días muy puntuales, más bien para poner en el patio de mi casa una trampa para acabar con las babosas que se han estado comiendo todo lo que se siembra. Por suerte la estrategia de la cerveza funciona, como esos invertebrados son borrachines, se ahogan en ese liquido y pasados unos días el remanente de la trampa sirve para espantarlas.

Mañana será otro día. Bastante ajetreado. Por lo pronto queda seguir escribiendo.

Aprovecharé y le daré otra ojeada al libro de OB, mañana, hoy no, ya voy a dormir.


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